La forma de la espada (I)
Inicia describiendo una cicatriz en un rostro. Su nombre no importa, le decían el inglés de La Colorada. El dueño de los campos no quería vender, y el inglés accedió a contar la historia de su cicatriz. En la historia mezclaba constantemente el inglés con el español y el portugués. Era irlandés, de Dungarvan, y pregonaba por la independencia de Irlanda, que para ellos no sólo era el porvenir utópico y el intolerable presente, sino una amarga y cariñosa mitología. Llegó a su grupo un afiliado de Munster: John Vincent Moon. Joven y fofo, estudioso del manual comunista, cuyo materialismo dialéctico le servía para cegar cualquier discusión. Su llegada generó cierta incomodidad. Fueron atacados una noche a punta de tiros, pero lograron escapar. Moon había quedado petrificado pero "el inglés" lo ayudó a escapar. Se resguardaron en un viejo edificio, con un museo y una enorme biblioteca con libros controversiales e incompatibles que de algún modo eran la historia del siglo XIX. Curó las heridas del Moon, quien balbuceó diciendo: "Pero usted se ha arriesgado sensiblemente".
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La forma de la espada (II)
La narración sigue, posterior a ese primer ataque, cuenta como escuchó a Moon hablar por teléfono, dando indicaciones detalladas del movimiento dentro del edificio de resguardo. Había un traidor. La historia se nubla y se confunde. Recuerda que persiguió al delator por toda la casa y cuando lo alcanzó le marcó el rostro para siempre con una media luna de sangre.
"Borges: a usted que es un desconocido, le he hecho esta confesión. No me duele tanto su menosprecio".
- ¿Y Moon? Pregunta Borges.
- ¿Usted no me cree? ¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infancia? Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he denunciado al hombre que me amparó: Yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme.
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Tema del traidor y del héroe
Tema del traidor y del héroe (I)
Borges sigue con uno de sus famosos relatos/ensayos donde explica de antemano al lector el desarrollo de la explicación de un argumento que llevaba rato rondando su mente. La locación puede ser cualquiera, el narrador es contemporáneo y la historia cronológicamente se sitúa al promediar o empezar el siglo XIX. Finalmente elige Irlanda, 1824. Ryan es el narrador, bisnieto del heroico, bello y asesinado Fergus Kilpatrick. También era un conspirador y las circunstancias de su muerte son enigmáticas. Ryan le dedicó una biografía del héroe, y descubre que el enigma sobrepasa lo policial. Las hipótesis sobre el asesinato son varias, y juega con las combinaciones. Una carta le advertía no asistir al teatro esa noche por peligro de muerte, así como a Julio César, e inicia los paralelismos con ambos personajes, que parecen revelar una secreta forma del tiempo, donde las cosas se repiten. Laberintos Circulares. Y entre otros documentos se encontró que el héroe, Kilpatrick, presidiendo el cónclave, firmó la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre había sido borrado. Ryan investiga y descubre el enigma. La entera ciudad, no sólo el teatro, fue un teatro. En el cónclave los conspiradores anuncian la presencia de in traidor. Kilpatrick encomienda la misión a James Nolan. Nolan anuncia que el traidor es el mismo Kilpatrick con pruebas irrefutables. Él firmó su propia sentencia. Debido a la popularidad de Kilpatrick en Irlanda, Nolan concibió un plan para no molestar a nadie, llevar a cabo la misión y proteger a la patria. Kilpatrick colaboró con el plan. El plan tomó escenas de Macbeth y Julio César. Centenares de actores colaboraron. Lo que hicieron quedó plasmados en los libros de historia de Irlanda. Kilpatrick ayudó porque era su redención histórica. Hasta que ocurrió el crimen teatral y milimétricamente planeado. La bala atravesó el pecho del traidor y del héroe. Ryan sospecha que Nolan dejó pistas para que lo descubriese, y comprende que él también hace parte de la trama. Al final resuelve silenciar el descubrimiento. Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; también eso, tal vez, estaba previsto.
Magistral. Y con muchos símbolos, críticas y mensajes.
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La muerte y la brújula
La muerte y la brújula (I)
Borges inicia uno de sus relatos policíacos, presentando a Erik Lonnrot, un detective e investigador de gran perspicacia. Aunque no pude impedir un crimen, a pesar de haberlo previsto. E inicia un repaso de los crímenes ejecutados por tal asesino, al que tampoco pudo descubrir y adivinar su identidad. En ese primer crimen del tetrarca de Galilea, Lonnrot y el comisario Treviranus indagan sobre la escena del crimen, el asesinado y el posible asesino. Encuentran una pista, un mensaje, una frase que alinea la investigación hacia la posible religión o creencia del asesino. Lonrrot se dedicó a estudiar los nombres de Dios para dar con el nombre del asesino, porque según la tradición de la secta de los piadosos, enumera 99 nombres distintos, que para los hebraístas y los Hasidim tenían significados distintos. Sigue con las características del segundo crimen, que tuvo como asesinado a Daniel Simón Azevedo, al que dejaron otro mensaje, nuevamente aludiendo a un número que había sido articulado por tal muerte. Igualmente el tercer crimen, que también dejó otro mensajes, esta vez anunciando que la última de las letras del Nombre había sido articulada. Lonnrot estudió al detalle cada uno de los tres casos, los 3 asesinatos. Y encontró una escandalosa simetría (3 de diciembre, 3 de enero y 3 de febrero). Sintió que se acercaba a algo. "Un compás y una brújula completaron esa brusca intuición". Pronunció la palabra "Tetragrámaton" y le predijo al comisario que el día siguiente tendría a los criminales presos. Porque vendría el cuarto crimen.
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La muerte y la brújula (II)
La promesa del cuarto asesinato llevó a Lonnrot a una trampa. Red Scharlach, su gran rival se la había puesto, sabiendo que su enemigo intentaría resolver el enigma. Fueron haciendo una recreación de cada uno de los tres asesinatos anteriores, hasta que confiesa que dejó indicios para que él, Erik Lonnrot, el razonador, comprendiera que era cuádruple... Que aún faltaba uno. Que la figura no era un rectángulo sino un rombo. El Tetragrámaton (el nombre de Dios, JHVH) consta de cuatro letras. Dejó todo sobre la mesa, el triángulo equilátero, todo para que uniera las piezas. El último punto del rombo donde lo esperaba la muerte. A Erik Lonnrot, quien pensó por última vez en las muertes simétricas. Le habló a Scharlach de las hipótesis entre las líneas, de la A a la B, y el tercer crimen en la C, y el punto donde se encontraban en D. Distanciados cada puntos entre 8, 4 y 2 kilómetros. Scharlach le prometió que para la próxima vez que lo matara le prometía ese laberinto, que constaba de una sola línea recta y que era invisible, incesante. "Retrocedió unos pasos. Después, muy cuidadosamente, hizo fuego".
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El milagro secreto
El milagro secreto (I)
"Y Dios lo hizo morir durante cien años y luego lo animó y le dijo:
-¿Cuánto tiempo has estado aquí?
-Un día o parte de un día, respondió" (Alcorán II, 261)
Borges inicia contando la historia de Jaromir Hladík, un escritor de Praga, autor de obras inconclusas como Los enemigos y de un examen de las indirectas fuentes judías de Jakob Boehme. Jaromir un día soñó con un largo ajedrez. Se soñó dentro de él, y lo personalizó a una historia que contaba el enfrentamiento entre dos familias. Ese era el ajedrez. Y cada miembro una ficha. Lo soñó una noche del 14 de marzo de 1939. El 19, las autoridades recibieron una denuncia y el mismo 19 al atardecer, Jaromir fue arrestado. No pudo levantar ningún cargo: su apellido materno era Jaroslavski, tenía sangre judía, había escrito sobre el tema. Había traducido en 1928, "Sepher Yezirah", y la editorial promocionó exageradamente el nombre del traductor. Fue su sentencia. En la espera, Jaromir imaginaba su muerte, y murió varias veces distintos escenarios. Porque la muerte era segura. Tenía miedo. "Ahora estoy en la noche del 22; mientras dure esta noche (y 6 noches más) soy invulnerable, inmortal". Llegado el temido 28, le llegó al tiempo la imagen de su historia de Los enemigos. Reflexiona sobre su obra, y lo intrascendente que era hasta ese momento. De todo ese pasado quería redimirse con la escritura de Los enemigos. (Hladík preconizaba el verso, porque impide que los espectadores olviden la irrealidad, que es condición del arte).
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El milagro secreto (II)
Se describe la historia del drama en verso de Jaromir, "Los enemigos", como un relato circular de intrigas, asesinatos y cambios de personalidad. En su celda rezó a Dios en la oscuridad: "Si de algún modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor de Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarme y justificarte, requiero un año más". En su peor momento vio la luz de la creatividad y de la esperanza. Soñaba con la trama de su obra, estaba envuelto en ella. Sólo pedía tiempo para terminarla. Pero llegó el día y los soldados lo veían como si ya estuviese muerto. Contra la pared del cuartel, esperó la descarga. El sargento dio la orden... Y el universo físico se detuvo. Todo se paralizó. Se pensó muerto y se asustó. Para comprobar repitió (sin mover los labios) la misteriosa cuarta Égloga de Virgilio. Se durmió y todo el mundo seguía paralizado cuando despertó. "Otro <día> pasó, antes que Hladík entendiera". Dios le había otorgado el año que le había pedido para acabar su obra. "Dios operaba para él un milagro secreto: lo mataría el plomo alemán, en la hora determinada, pero en su mente un año transcurriría entre la orden y la ejecución de la orden". Estaba perplejo, luego aterrado, resignando y finalmente gratificado. En su inmovilidad trabajó en su obra. No trabajó para la posteridad ni para Dios, de quien no conocía gustos literarios. Trabajó para sí mismo, creó, borró, eliminó y deshizo actos. Se acostumbró a la inmovilidad, al patio, al cuartel. Sus personajes cambiaron... Finalmente terminó su drama, no le faltaba resolver sino un solo epíteto. La gota de agua resbaló por su mejilla, y finalmente sintió el impacto que lo derribó.
Jaromir Hladík murió el 29 de Marzo, a las 9 y 2 minutos de la mañana.
Borges sigue reescribendo los rostros de la guerra. Magistral juego con el tiempo y el acto de crear.
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Tres versiones de Judas
Tres versiones de Judas (I)
Presenta inicialmente al personaje de Nils Runenberg, y especula sobre lo que pudo haber hecho dirigiendo otros sitios de importancia histórica. Pero Dios le deparó el siglo XX y la ciudad universitaria de Lund. En ese lugar publicó la primera edición de Kristus och Judas. Borges recuerda que era muy religioso, y el epígrafe de su obra decía: "No una cosa, todas las cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas". Precedido por De Quincey, quien afirmaba que Judas entregó a Cristo para forzarlo a declarar su divinidad y encender una rebelión contra Roma. La traición de Judas no fue casual sino que fue milimétricamente planeada.
"El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la muerte". Se necesitaba un sacrificio, un hombre por todos los hombres. Y Judas Iscariote fue ese hombre. "El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator y a ser huésped del fuego que no se apaga". Y que Judas refleja de alguna forma a Jesús. De ahí los 30 dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aún más la reprobación. Así dilucidó Nils Runenberg el enigma de Judas.
Borges sigue el estilo de análisis y reescritura histórica, de personajes, y mezclando reales con ficticios. Al fin y al cabo, Ficciones.
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Tres versiones de Judas (II)
Todos los teólogos refutaron la teoría de Nils Runenberg sobre Judas. Lo acusaron de ignorante y hereje. Todas las acusaciones afectaron a Nils, quien reescribió el reprobado libro y modificó su doctrina. Admitió que Jesús no necesitaba de otro hombre para redimir a todos los hombres. Y luego como resultado de eso inicia la descripción de otra versión de Judas, en donde Borges se nutre de distintos versículos de la biblia y descripciones de otros apóstoles para acercarse a otra versión de Judas, en donde éste se cree indigno de ser bueno, renuncia a la virtud y busca el infierno. En 1907, Runenberg revisó nuevamente el texto. Pasaron dos años sin entregarlo a la imprenta. En 1909 apareció el libro con prólogo de Erik Erfjord. En esa versión se arisbaba otra versión de Judas, distinta de las anteriores. "Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir a cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitagóras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas".
Los teólogos volvieron a desdeñarlo. Runenberg lo vio esta vez como una milagrosa confirmación. Recordó a todos los héroes bíblicos que habían sufrido del rechazo y ataque de los hombres.
"Murió de la rotura de un aneurisma, el 1 de marzo de 1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó el concepto de Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y del infortunio".
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El fin
El fin (I)
"Fuera de un personaje - Recabarren - cuya inmovilidad y pasividad sirven de contraste, nada o casi nada es invención mía en el decurso breve de [El fin]; todo lo que hay en él está implícito en un libro famoso y yo he sido el primero en desentrañarlo o, por lo menos, en declararlo."
Eso dice el mismo Borges sobre el relato "El fin" en su prólogo. En este relato vuelve al clásico gaucho de Martín Fierro, como ya lo había hecho antes. Crear personajes nuevos y se basa y recrea en el canto VII de El gaucho Martín Fierro y los cantos 29-30 de La vuelta de Martín Fierro. Borges reimagina y reelabora estas partes del fragmento de la obra de Hernández, y las extiende y explica.
" - Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este encuentro ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mató a mi hermano.
Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso rayó y marcó la cara del negro.
Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o entendemos pero es intraducible como una música ... Desde su catre, Recabarren vio el fin. Una embestida y el negro reculó, perdió pie amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñalada profunda, que penetró en el vientre. Después vino otra que el pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se levantó. Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre".
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La Secta del Fénix
La Secta del Fénix (I)
Borges inicia describiendo a la misteriosa Secta del Fénix, que como todas las sectas comparten un secreto. Indaga los orígenes de tal secta, a los hombres del Fénix y hombres del Secreto. Habla de la comparación entre los sectarios con los gitanos, con sus marcadas diferencias, por sus comportamientos y... "Los gitanos configuran un tipo físico y hablan, o hablaban, un idioma secreto; los sectarios se confunden con los demás y la prueba es que no han sufrido persecuciones". Siguen ejemplos y comparaciones con judíos y otras sectas. No los une ni congregan unas escrituras sin una memoria común... Una sola cosa los une: el Secreto. Y tras el Secreto, un rito. Transmitido de generación en generación. Describe los objetos del rito, lo absurdo y hasta lo ridículo del Secreto. Incluso lo ha llegado a profanar, y los sectarios se han sentido incómodos. Ha escuchado el lenguaje inventado con que se comunican y crean símbolos comunes. Ha tenido amigos devotos del Fénix, pero se pregunta por qué no se ha extinguido en el tiempo. Sobrevivido guerras, pruebas, y siempre encuentra fieles. "Alguien no ha vacilado en afirmar que ya es instintivo".
Borges describe las sectas en general, y cualquier parecido con alguna que ya conozcan, es pura coincidencia.
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